miércoles, 27 de enero de 2010

Si me faltara tu amor.

Si me faltara tu amor
tendría que inventarme otro
para no morir de tedio
en éste mi mundo loco.
El amor que me inventara
tu cara y ojos tendría
tendría tu voz y tus manos
y sobre todo tu hombría

domingo, 24 de enero de 2010

A Lucía y a todas las Lucías que en el mundo han sido.

No podía marcharme del pueblo sin despedirme de Lucía. La conocí allá por el cuarenta y nueve cuando los días transcurrían para mí grises y monótonos, cuando algo tan simple como ir a tomar el sol llevando a mi pequeño en su cochecito, constituía romper esa rutina.


Lucía vivía en una vieja casucha rodeada por una huerta a las afueras del pueblo, y yo buscaba diariamente uno de sus árboles para recibir el regalo de su sombra. Me sentía bien allí tejiendo una nanita para la hija que esperaba mientras ella remendaba ropa de cama. ¡Qué labor artesanal la de aquellas manos incrustando la pieza perfectamente cuadrada en la blanca sábana!


-¿Qué pasó ayer, que no vino? La eché de menos -me decía cuando por alguna causa yo faltaba a la diaria cita.


También yo extrañaba su figura encorvada -más por las penas que por la edad- siempre envuelta en negros ropajes y su rostro plagado de surcos en el que destacaban unos ojos hundidos en las cuencas; eran unos ojos que cuando los mirabas te cosquilleaban en el alma.

Como en los pueblos se sabe todo, antes de que me lo contara, yo conocía el caso de su única hija, una hermosa niña que a los doce años fue víctima de estupro por parte de un viudo acomodado al que la pequeña hacía recados. Todo el pueblo se "hacía lenguas" refiriéndose a la suerte que había tenido después al enamorarse y casarse con ella un rico industrial andaluz afincado en Barcelona.



Cuántas cosas me contaba Lucía de su hija...de lo feliz que era... de su precioso nieto de dos años... de lo bien que vivía, "que no le falta de a la pobre después de lo que le pasó..."




Pero aquella mañana a la hora de despedirnos la encontré triste y con ganas sincerarse:




-No es cierto que mi hija sea feliz, nunca ha "tenio" suerte la pobre. Mi yerno no la deja que venga alguna vez al pueblo para que conozcamos al pequeño. La mentí cuando la dije que vivía como una reina, su marido la pega casi"tos" los días y la llama puta temprana... Pero cuando ya quisiera morirme, es cuando mi hombre vuelve de la taberna como una cuba y al verme llorar me dice: "Te está mu bien empleao por haber sido una alcahueta dejando a la niña hacer recaos..." Como él siempre ha "estao" enfermo para trabajar y sano para beber, a la casa solo entraba lo poquito de la chiquilla y lo mio, que me he "dejao" la salud por esos campos de Dios...




De sus ojos no salía ni una sola lágrima. Debía de haber derramado ya todas las del mundo y por eso ahora permanecían secos; pero sus manos arrugadas y callosas, temblaban y se retorcían impotentes.




No he podido borrar de mi mente la imagen de aquella mujer unida en la desgracia a la de su hija que nunca conocí. Ha pasado medio siglo y el recuerdo de nuestra despedida se conserva tan vivo en mí, como si hubiera sucedido ayer.



Cuántas veces he pensado en lo triste que era ser mujer en el puerco mundo de aquella época...


viernes, 22 de enero de 2010

Mi Portera.

Enjuta, pálida, triste; con las ojeras lamiéndole las mejillas,sólo la
dulzura de su mirada es atrayente: los ojos de mi portera destellan
ternura y ponen la nota de vida en un rostro aniñado que le hace
aparecer con menos edad de la real.


La impresión que nos causa a primera vista es barrida por su vita-
lidad y empuje. Jamás he visto a mi portera ociosa. Incansable en
su trabajo no le queda tiempo para la pregunta indiscreta o la
visita inoportuna; pero eso sí, siempre está presente cuando
una necesidad la reclama.


Lee mientras vigila las entradas desde su garita. Escucha tambien
mucha radio, ambas aficiones le han proporcionado una cultura
básica muy apreciable. En una palabra: mi portera no responde
al cliché manido de "portera holgazana y cotilla".Mi portera es
!una señora de la portería!


¿Qué si es perfecta mi portera? Si al regresar de un viaje alguien
desea encontrar su terraza adornada con unas matas de hierba
seca, debe dejar sus macetas al cuidado de mi portera.


Año 1947.

domingo, 10 de enero de 2010

Carta abierta a la vida

No, no voy a volver a llorar. Ya dijo Tácito que si lloras porque
no ha salido el sol, las lágrimas no te dejarán ver por la noche las
estrellas
. No, no me lamentaré ni arrastraré mi existencia con
la amargura puesta, buscaré una rendija por donde zafarme de
los negros nubarrones y tomaré la senda de los resistentes.

¿Acaso no puedo seguir con mi vista el vuelo de una paloma,
aspirar el aroma de una rosa, extasiarme ante la hermosura de
un cuadro, contemplar una puesta de sol, sentir como unas notas
musicales aletean sobre mi corazón, posar mis ávidos ojos en las
páginas de un libro o emborronar la límpida cuartilla con un
manantial de frases?

Cuando al llegar la noche me acueste ligera de fortuna, frágil de
salud, serena en mi ausencia de egoísmos, sin saber cuál será mi
horizonte de mañana, dormiré arropada por la seguridad de que
el trino de los pájaros me despertará al amanecer, el rayo del sol
se posará más tarde sobre mi cuerpo y yo me elevaré hacia un
nuevo día comenzando una vez más la maravillosa aventura
de seguir viviendo.


Año: 1985.